lunes, 18 de mayo de 2020

GUAPINOL, árbol característico de Barrio San Lorenzo en AMATITLÁN


Por: Oscar Fajardo Gil,
Cronista de la Ciudad de Amatitlán[1]

Por nuestra formación en la centenaria Escuela Nacional Central de Agricultura, no podemos permitir que pase desapercibida la celebración del DÍA DEL ÁRBOL, el 22 de mayo; así que, como un merecido homenaje forestal traemos a cuenta un árbol presente en Amatitlán desde hace muchos años: el guapinol o guapinolar, abundante aún en el siglo XX especialmente en el barrio San Lorenzo, al noroccidente de la ciudad de Amatitlán. A tal extremo que, en el lenguaje popular, aún hay quienes se refieren a “El guapinolar” como uno de los lugares de referencia de dicho barrio.

Recuerdo que, a mediados de la década de 1970, cuando estudiaba en la escuela Rafael Iriarte, algunos compañeros “sanlorenceños” aparecían de vez en cuando con mangos, naranjas, paternas o guapinoles. Cuando se comían los guapinoles, abrían o quebraban la gruesa cáscara, sacaban las semillas cubiertas de harina, las metían a la boca para comerlas y hacían alarde cuando enseñaban aquel pastoso y amarillento contenido. El intenso olor y el aspecto no eran precisamente agradables, y por esa razón nunca llegué a comerme un guapinol entero, a lo más que llegué fue a probarlo. Disfrutamos, eso sí, de “gastar” o darles forma a las duras semillas de guapinol, raspándolas sobre las banquetas hasta convertirlas en dados y otras figuras decorativas.


Conforme el barrio San Lorenzo se fue poblando, se fueron construyendo casas en los sitios en donde abundaban los árboles de diversas especies. Muy pocos guapinolares son los que quedan a la fecha. Quizá el mas evidente es el que se encuentra en el parqueo de Servicable, 9ª avenida 4-80 del barrio Hospital, muy cerca del barrio San Lorenzo; por cierto, da gusto verlo en plena floración a mediados del mes de mayo 2020 cuando escribo esta nota.

Mi amigo Ernesto Aroche y me contó: “en San Lorenzo había muchos guapinolares. Frente a mi casa vivía una familia popularmente conocida como los “guapinoles”. El mero “guapinolar” estuvo en la esquina de la novena avenida y segunda calle, precisamente donde viven “los chifirios” (sobrenombre), según me contó el profesor Mario Sánchez Morán”.[2]

El guapinolar aquel de la novena avenida y segunda calle fue derribado por 1975, según recuerda el profesor Mario René Sánchez Morán: “Cuando yo tenía aproximadamente unos 12 años, con  Checha Chifirillo y Mario Chifirillo que eran mis primos y vivían en la casa “del guapinolar”, por las tardes siempre estábamos atentos porque cuando menos lo esperaban “los chiveros” (jugadores de “chivo” o dados) llegaba la policía, salían corriendo los  chiveros, tiraban los dados y las fichas al sitio, y nosotros las buscábamos y las encontrábamos, eso pasaba seguido. También encontramos varias veces barras de imán, porque algunos hacías trampa jugando con dados cargados”.[3]

Antes de que se extingan tan dignos representantes del reino forestal, es bueno referenciarlos con algunas pinceladas según las ciencias botánicas:

El guapinol (Hymenaea courbaril), también es conocido con los nombres de curbaril, copinol, cuapinol, jatoba o jatobá, jatayva en guaraní, paquió en Bolivia, y algarrobo en Puerto Rico, Panamá, Venezuela y Colombia, forma parte de la familia Fabaceae y es un árbol común en el Caribe, Centro y Sudamérica.

Es un árbol grande y robusto, de 10 a 25 metros de altura con un diámetro de hasta 1.5 metros. El tronco es derecho (recto), a veces cubierto por una excreción gomosa ambarina. Copa redonda muy densa, ampliamente extendida, con follaje denso verde claro y brillante. Ramas gruesas ascendentes. Las flores son grandes blancas verdosas, fuertemente perfumadas, extendidas, de 3.5 cm de diámetro y 1.5 cm de largo.

El fruto del guapinol es una vaina leñosa, ligeramente aplanada de 10 a 18 centímetros de largo por 4 a 6.5 cm de ancho, de color verdoso a café oscuro, en cuyo interior contiene una pulpa harinosa de color amarillo, dulce y comestible con olor a pies (algunos la comparan también con el olor de los orines frescos). Cuando seca exuda una resina pegajosa y fragante; contiene 3 o 4 semillas, oblongas, achatadas, pardas-rojizas y duras, de 1.5 a 2.5 cm de diámetro. El fruto puede permanecer hasta diez meses en el árbol; en el bosque, al caer es especialmente apetecido por animales como la cotuza, guaqueque, guatusa o cherenga (Dasyprocta punctata).[4]

El guapinolar produce madera de buena calidad para artesanías, trabajos de tornería e instrumentos musicales (pianos y guitarras), construcciones rurales y navales; es muy apreciada para la ebanistería, y también como leña y carbón. La resina se utiliza como incienso aromatizante.

La goma o resina se puede convertir en ámbar a través de un proceso químico que requiere millones de años. Ese ámbar milenario, de árboles de Hymenaea, ha proporcionado a los científicos muchas pistas de su prehistórica presencia en la Tierra, así como extintos insectos y plantas encerradas en ella, como se muestra en las películas de Jurassic Park.

Me llamó la atención saber que con el fruto del guapinolar también se pueden preparar algunas bebidas, cuya preparación creo oportuno compartir:

Batido: se quiebran los guapinoles, se sacan las semillas y se extrae manualmente la fibra harinosa que las cubre. En un recipiente se agrega una taza de agua, se agregan las semillas y con las manos limpias se termina de extraer lo más adherido a cada una. Desechar las semillas. Licuar el agua con la harina de guapinol, agregar dos vasos de leche, azúcar al gusto, canela o vainilla. Servir en vasos con hielo. Disfrute de una bebida refrescante y nutritiva.

Coctel o ponche: en un litro de agua, licuar una taza de harina de guapinol, media taza de leche en polvo, azúcar al gusto, media taza de ron y unos cubos de hielo. ¡¡¡Procesar, servir... y salud!!![5]



[1] Acuerdo Municipal 33-21-08-2014
[2] Entrevista 12 de mayo 2020
[3] Entrevista 14 de mayo 2020
[4] Pennington T.D., Sarukhán J. 2005. Árboles tropicales de México: manual para la identificación de las principales especies. Universidad Nacional Autónoma de México. Tercera edición.
[5] Recetasdecostarica.com

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