jueves, 7 de mayo de 2020

VOLVER A LA NORMALIDAD ¿UNA FANTASÍA?

Por: Oscar Fajardo Gil, Cronista de la Ciudad de Amatitlán

Si algo demuestran los grandes desafíos de la historia, es que producen cambios, algunos más profundos que otros. Estemos o no de acuerdo. La "normalidad" cambia.

Hace 50 años, en Guatemala eran comunes las casas construidas con adobe, eso era "lo normal". Después del terremoto del 04 de febrero de 1976, con más de 23,000 muertos, la mayoría de casas empezaron a construirse con block, hierro y cemento.


Laurie Garret, periodista ganadora del premio Pulitzer (1996, por cobertura del ébola en Zaire), a quien se atribuyen asombrosas predicciones sobre el VIH y el Covid-19, dijo: “Esto es la historia desarrollándose delante de nosotros ¿Volvimos a la normalidad después del 11 de septiembre? No. Creamos una nueva normalidad. Aseguramos los Estados Unidos. Nos convertimos en un Estado antiterrorista. Y eso afectó todo. No podíamos entrar a un edificio sin mostrar una identificación y pasar por un detector de metales, y no pudimos subir a los aviones de la misma manera nunca más. Eso es lo que va a pasar con el coronavirus. Se revaluará la importancia de los viajes. Revaluarán el uso del transporte público. Considerarán la necesidad de las reuniones de negocios cara a cara. Revaluarán el hecho de que sus hijos vayan a la universidad fuera del estado”.

Por eso, es lógico pensar que la normalidad, como la conceptuamos hasta diciembre de 2019, es cosa del pasado. Tendremos que adaptarnos a vivir en una "nueva normalidad" o sufrir las consecuencias, si es que no aprendemos la lección.

Entonces, la NORMALIDAD en el futuro pudiera o debiera ser:

1. Dar prioridad a la higiene preventiva. Con énfasis en el lavado de manos, con agua y jabón; baño diario y cambio de ropa. Uso de desinfectantes y desinfección de compras, así como en general áreas de contacto.

2. Uso de mascarillas para protección de nariz y boca.

3. Trabajo desde casa o teletrabajo.

4. Mantener el distanciamiento físico (no social).

5. Prorizar la inversión en el sistema nacional de salud, para su optimización y ampliación según las necesidades de la población, en lugar de otros gastos onerosos o de menor trascendencia.



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