Por: Oscar Fajardo Gil, Cronista de la Ciudad de Amatitlán
Ameno e interesante, sin lugar a la menor duda, fue el conversatorio efectuado la noche del miércoles 14 de noviembre 2024 con el escritor Wilber Sánchez Ortiz, hermano centroamericano (como el mismo se reconoce) nacido en 1980 en Tuzantán, Chiapas, México; quien es ingeniero biotecnólogo por la Universidad Autónoma de Chiapas.
El punto de reunión fue la Casa Cultural El Cadejo, en el barrio Hospital de la Ciudad de Amatitlán, era una noche en que la luna estaba a punto de llenarse, mientras los asistentes al conversatorio tenían la mejor actitud para disfrutar de un nuevo banquete literario.
El profesor Pancho Amado Ruiz se encargó de romper el hielo y darle la bienvenida al conglomerado, muy a su manera dio las instrucciones generales para aprovechar la convivencia, el tiempo y el espacio. Después, los jóvenes escritores Wilber Sánchez Ortíz, de Tuzantán, y Eddy Roma Ardón, de Amatitlán, pasaron al frente y dieron inicio al conversatorio.
Sánchez Ortiz refirió que procede del corazón del Soconusco, al sur del Estado de Chiapas, región profundamente vinculada con la cultura maya y desde tiempos inmemoriales con raíces ancestrales que, a pesar de los intentos de ser arrancadas, perduran hasta nuestro tiempo, "centroamericanizando" a sus habitantes.
Ubicado en la frontera con Guatemala, el Soconusco ha tenido una gran importancia en la comunicación y el comercio entre las tierras altas del centro de México y América Central. Después de la ruptura de la unión entre las provincias centroamericanas y México, el Soconusco fue disputado por México y Guatemala hasta que se establecieron definitivamente las fronteras entre ambos países y la provincia del Soconusco se incorporó a Chiapas. La ciudad más importante de la región es Tapachula de Córdova y Ordóñez. "Esas fronteras no existen para nuestras familias porque fuimos y seguimos siendo los mismos de un lado y del otro" comentó Wilber, al mismo tiempo que comparó nuestras expresiones orales más comunes.
"Desde el espíritu curioso y creativo de Sánchez Ortiz surge su valiosa y pertinente obra: Los tuzantecos, de gran aporte para el conocimiento de la cultura tuzanteca, pues en ella se plasman el origen y extinción de una lengua; la formación y deformación del pueblo; las injusticias y el exterminio cultural; tradiciones, costumbres, mitos y leyendas que se entremezclan con historias verídicas enriquecidas a través de la ficción, terreno propio de lo literario. La lectura es interesante, reflexiva a veces, como agradable por el humor, voluntario o no, de algunos personajes y el estilo en que Wilber narra ciertas anécdotas. Animales, plantas, árboles y frutos típicos forman parte del inventario de los relatos, donde se resaltan sus diferentes usos como instrumento, utensilio, símbolo sagrado o alimento". Según refiere Jorge Alberto Chaleco Ruiz, en la contraportada del libro.
Enrique Hidalgo Mellanes (Lengua y Literatura Hispanoamericanas, UACH), publicó en el 2010, lo que el mismo Sánchez Ortiz expresaba sobre su vocación literaria: "La causa de toda esa imaginación la tienen mis genes: en la familia hemos coincidido parientes hasta de tercer grado con interés por la lectura. Sin embargo, la pobreza, el hacinamiento, la escasa política cultural los ha hecho olvidar estos menesteres y sólo yo siga de necio. Mi madre nos convocaba todas las noches a mis hermanos y a mí a escuchar historias que ella había aprendido de su padre, y mi abuelo de su madre, todo esto alrededor de la luz de un candil en un medio rural sin energía eléctrica, sin televisión... y sin libros. Más tarde descubrí que los tuzantecos son narradores natos y que yo estaba inmerso en un mundo sustentado por la tradición oral."
Sobre Arbolario, Sánchez Ortíz le dijo a Hidalgo Mellanes: "Es claro que ser habitante de la selva –o de lo que queda de la selva- me llevó a quererla de un modo sustancial. En casa vivíamos rodeados por árboles por lo que mis recuerdos son verdes. Esa experiencia de toda mi vida, más mi interés académico por la taxonomía botánica y mi atracción por los bestiarios fue creando la necesidad de escribir Arbolario, cuya mayoría de textos se origina en la observación directa y en preguntarme ¿Qué escribo de él?"
Particularmente me impactó su enorme capacidad de expresión con desborde de pasión, en pocas líneas, en la página 38 de Arbolario: "Chrysophillum mexicanun. Abierto el fruto del caimito es, si horizontal, labio bembón; si vertical, vulva lubricada de mulata".
Es una verdadera lástima no tener la gran capacidad de decir tanto en pocas palabras, como lo puede hacer Wilber Sánchez Ortiz. Porque hay mucho que queda por decir, pero el espacio es poco. Entonces, diré simplemente: Gracias, por visitar nuestro país como verdadero hermano, por compartirnos sus frutos literarios, por la conversación y, por sobre todas las cosas, por la esperanza que, a pesar de tanto y a pesar de todo, su voz proclama que este mundo no está totalmente perdido. (OFG)