martes, 20 de abril de 2021

Doña Marcelina Lorenzana Morales trascendiendo los siglos XX y XXI

Por: Oscar Fajardo Gil, Cronista de la Ciudad de Amatitlán

A lo largo de su vida, han ocurrido los más trascendentales cambios en el mundo, aunque muchos ocurrieron casi sin que se diera cuenta, desde la segunda década del siglo XX hasta iniciada la tercera década del siglo XXI. 

Marcelina Lorenzana Morales nació el 26 de abril de 1920, hija de Hilario Lorenzana y Valeria Morales, quienes procrearon dos hijas, ella era la más pequeña. Es sorprendente que cuando ella vino al mundo aún no se celebraba el primer centenario de independencia de Guatemala y ahora, este año, se celebra el bicentenario. 

Siendo ella y su hermana muy pequeñas, perdieron a su papá y quedaron solo con su mamá, por lo que su vida fue trabajar y no tuvo oportunidad de ir a la escuela, eran tiempos en los que la superación de las mujeres no recibía la misma importancia que ahora.

"Mi mamá nació en aldea El Pepinal, de ahí eran sus padres: Hilario Lorenzana y Valeria Morales. Cuando mi mamá tenia 8 años se la familia se trasladó a vivir en Amatitlán. Tres años después murió mi abuelo Hilario y posteriormente falleció mi abuela Valeria. Mi mamá y mi tía se quedaron solas" refiere Dilia Samayoa Lorenzana.

Desde temprana edad se dedicó a trabajar como empleada de servicios domésticos. Puede decirse que ya era una mujer hecha y derecha, con la formalidad de más de treinta años de edad, cuando conoció a José Samayoa (1910-1997) de quien se enamoró, se casaron y procrearon seis hijos: Amadeo, José Antonio, Gustavo Adolfo, Aura Leticia, Dilia y María Dolores, de apellidos Samayoa Lorenzana. Ella se hizo cargo de los oficios del hogar, dedicada a cuidar de su familia, con limitadas oportunidades de desarrollo ya que su esposo no la dejó.

"Mi papá trabajó durante 35 años en la Empresa  Eléctrica. Entró como conserje, después fue ayudante de caldera, hasta que llegó a ser operador de caldera. Aparte de eso, se dedicaba a comprar y vender terrenos y casas en Amatitlán. Murió en 1997", recuerda su hija Dilia "Lila" Samayoa Lorenzana.

Muchos cambios ha tenido Amatitlán a lo largo del último siglo, como dice nuestra amiga Lila por referencia de doña Marcelina: "Mi mamá me cuenta de la Ceiba del parque central. Que Amatitlán no estaba tan poblado. Las casas en su mayoría era de adobe, piedra y teja. Las mujeres vestían con faldas largas, botines y rebozo, al mejor estilo de las mengalas. Ella vivió en la finca "Las Victorias" de don José Díaz Granda, la cual se convirtió a partir de 1974 en colonia Lupita."

Perdió a su única hermana y al poco tiempo a su compañero de hogar, luego murió su hijo mayor Amadeo, años después murió su segundo hijo Gustavo Adolfo, por último falleció José Antonio.

Doña Marcelina es una persona pacífica, humilde, de muy pocas palabras aunque de buen humor, sencilla con una fortaleza admirable, cuando la adversidad la hizo caer siempre supo levantarse con más fuerza.

Le gusta comer tortillas con queso, tomar café, y es muy aficionada a las comidas con recados, se puede decir que come de todo, siempre y cuando este bien cocinado. Su pasatiempo es ver videos de marimba y películas mexicanas, especialmente de Pedro Infante, Jorge Negrete, y Antonio Aguilar, así como escuchar las canciones de esos charros de antaño. También le gusta el mar, regocijándose en contemplar su inmensidad.

Con más de un siglo de edad, lleva una vida tranquila y goza de una memoria muy razonada de su tiempo. Es muy católica, muy fuerte en su fe en la Virgen María, y por eso enseñó a sus hijos a amarla y respetarla, después de Dios; sus rosarios son de todos los días. Se mantiene muy contenta, canta, ríe y también a veces llora, quizá recordando a sus seres amados que se adelantaron en el viaje a la eternidad.

A pocos días de celebrar su cumpleaños 101, le mandamos nuestras sinceras FELICITACIONES a doña Marcelina y a su familia. Que DIOS los siga bendiciendo. (OFG)

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