Por: Oscar Fajardo Gil,
Cronista de la Ciudad de Amatitlán
“En aquella casa había varios instrumentos musicales,
y mis primos tenían vocación y talento musical. Pude haber desarrollado alguna
habilidad musical, pero no ocurrió así”, me comentó Carlos Humberto cuando lo entrevisté para mi libro "Navajas, peines y tijeras", publicado el 24 de junio 2013.
Don Marcos, su abuelo, era peluquero y durante muchos años tuvo su
barbería y peluquería en la esquina de la 7ª calle y 8ª avenida del barrio
Hospital. Fue él quien le enseñó el oficio a Carlos Humberto, cuando era apenas
un patojo de 12 años de edad.
A mediados de la década de 1950 se trasladó a la capital, prácticamente
para terminar de aprender el oficio y para luego hacerse cargo de la peluquería
que tenía su papá, La Juventud, en la 19ª calle entre 3ª y 4ª avenida de la
zona 1, por El Amate. Estudió los básicos en un instituto público de la zona 3.
“Para entonces yo ya me echaba los tragos y fumaba.
Lamentablemente fui rodeándome de amigos y algunos clientes con quienes le
dimos duro a la farra y la vida de bohemios. Hasta que me acabé la peluquería”, me contó Carlos Humberto.
Retornó a Amatitlán, entre 1963 y 1965, para establecer su propia peluquería,
la cual estuvo en varias direcciones: 2ª avenida y 5ª calle esquina, propiedad
de familia Pineda; 2ª avenida entre 5ª y 6ª calles, frente a la sastrería de
don Domingo Rodas; 7ª calle entre 2ª y 3ª avenidas, frente al parque central;
7ª calle entre 3ª y 4ª avenidas, en propiedad de la familia Mazariegos. Era yo
apenas un niño cuando me llevaba mi papá a cortarme el pelo donde “Klesse”,
mote que alguna vez se ganó su hermano Miguel por su peculiar forma de
pronunciar la palabra “crece”. Ni que decir que, por extensión, Carlos también
pasó a ser “Klesse”.
Curiosamente, Carlos H. De la Cruz dejó el oficio de peluquero para
dedicarse al periodismo gráfico. ¿O será porque como peluquero tenía acceso a
la información? Quien sabe. Todo parece indicar que en realidad lo que ocurrió
es que siguió los pasos de su hermano Miguel Enrique, quien ya bregaba en el medio periodístico.
“Pasaban a la peluquería, los bomberos o la policía, avisándome de algún accidente o algún suceso noticioso. Entonces yo le pedía
por favor, al cliente que estaba atendiendo que me esperara un rato, mientras yo
iba a tomar la foto y los datos de la noticia. Hubo quienes me esperaron hasta
una o dos horas, claro que algunos mejor decidieron irse”.
Ya en 1975 había logrado colocarse como corresponsal del diario La
Nación, sin sueldo formal. Fue así como le dio cobertura al terremoto del 04 febrero
1976, iniciando con fotos de los daños en el barrio Ingenio y el incendio de
farmacia Universal; ese mismo día fue nombrado para trasladarse a Parramos y
otras poblaciones del altiplano central.
Fue uno de los promotores y gran colaborador de la 29ª Cía. de bomberos
voluntarios de Amatitlán; se convirtió en gestor del terreno que la
Municipalidad otorgó en usufructo para construir la sede bomberil.
Carlos H. De la Cruz trabajó en diario La Nación hasta que este medio
dejó de existir luego de la muerte violenta de Roberto Girón Lemus, el 5 de
febrero de 1982. De ahí pasó a Prensa Libre, El Impacto, La Hora, La República,
Al Día y finalmente Diario de Centro América DCA.
Puede decirse que fue un aventajado alumno de la Universidad de la Vida,
en la cual se formó al fragor del trabajo diario. Le tocó ejercer el arriesgado
oficio de periodista gráfico en la más cruel y desalmada etapa de la guerra
interna, con lo que al igual que muchos colegas expuso su integridad física y
hasta la vida. Eran tiempos en los que más de algún esbirro llegó a decir que a
los periodistas se les compraba o se le convencía “con plata o con plomo”.
De la Cruz Fuentes era afiliado 201 del Instituto de Previsión Social del Periodista - IPSP, a donde ingresó el 11 de noviembre de 1997.
Como pocos en el medio, Carlos De la Cruz compartía sus experiencias con sus compañeros reporteros más jóvenes, aconsejándolos en los vericuetos de esta profesión. En mi caso personal, aconsejó emplear papel periódico o manila en lugar de bond para la impresión del periódico amatitlaneco "Nuestro Pueblo" (1998-2006).
Es oportuno anotar que con Carlos fuimos colegas de prensa, amigos y vecinos, pues vivíamos a menos de 100 metros de distancia en el mismo barrio.
Agradezco su entusiasmo y buenos comentarios durante mi gestión como Director de la 29a. Cía. de Bomberos Voluntarios, 2015-2017.
La Asociación de Comunicadores Sociales de Amatitlán – ACSA le otorgó el
Premio “José Augusto Reynosa Orellana” por su valiente y larga trayectoria en
el periodismo nacional, el 30 de noviembre de 2017. Un año antes, en la Gala de
ACSA 2016, fue abanderado junto a Francisco Javier Girón Avendaño.
“Él le pedía a Dios cambiar su carácter y comenzó a ir
a misa todos los días, ahí conoció a muchas más personas. Tenía su carácter
fuerte, pero cambió mucho al acercarse a la iglesia. Se convirtió en servidor
parroquial. Recolectaba la ofrenda y madrugaba para limpiar las primeras bancas
para las personas enfermas o con algún problema. Para él, servir al prójimo era
servir a Dios”, refiere su hija Johana al recordar sus últimos años.
Inexorablemente, con el paso de los años, Carlos fue experimentando algunas
de las conocidas enfermedades de la edad: hipertensión, operación de próstata y
diabetes; por lo que debía estar bajo control médico.
El sábado 08 de agosto 2020 tuvo una seria crisis de niveles de glucosa,
por lo que su familia lo llevó a un sanatorio local, donde lo estabilizaron.
Sin embargo, el domingo por la tarde volvió a tener problemas, por lo que se
decidió trasladarlo al Hospital del IGSS de la zona 9, en donde permaneció
varios días. Durante la semana estuvo en el cuarto de shock, en estado
delicado. Finalmente, el sábado 15 de agosto, después de las siete de la noche,
perdió la batalla y dejó de existir.
Su cuerpo recibió cristiana sepultura el domingo 16 de agosto por la
mañana, en el cementerio general de Amatitlán, coincidiendo su sepelio con el
del periodista y locutor Francisco Javier Girón Avendaño, también fallecido el
día anterior. Curiosamente, nacieron ambos en el año 1939, Carlos el 7 de
noviembre y Francisco el 3 de diciembre. QEPD.
Hasta siempre mi amigo Carlos De la Cruz. Gracias por todo, especialmente por tu generosidad que muchas veces pasó desapercibida para la mayoría, menos para los que recibieron tu apoyo. Gracias también por poner en alto el nombre de nuestro Amatitlán Soñado. Hasta que nos volvamos a ver. OFG.
Hasta siempre mi amigo Carlos De la Cruz. Gracias por todo, especialmente por tu generosidad que muchas veces pasó desapercibida para la mayoría, menos para los que recibieron tu apoyo. Gracias también por poner en alto el nombre de nuestro Amatitlán Soñado. Hasta que nos volvamos a ver. OFG.
Fuente
parcial: Libro “Navajas, peines y tijeras”
de Oscar
Fajardo Gil, publicado en junio de 2013.
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