Por: Oscar Fajardo Gil, Cronista de la Ciudad de Amatitlán
El
origen de "chofer" se encuentra en la palabra francesa chauffeur que significa “el
que calienta”, que a su vez procede del latín calefacere. En Francia, la
palabra data del siglo XIX y se aplicaba también a los fogoneros de las
locomotoras.
El
chofer de pasajeros traslada a sus pasajeros, o sus pertenencias, desde un
lugar de abordaje hasta el lugar de destino; usualmente espera a sus clientes
en un lugar acordado y, tradicionalmente, les abre la puerta tanto para entrar
como para salir del vehículo. Desde luego, un buen chofer debe mantener en
buenas condiciones su vehículo, hacerle un mantenimiento periódico y lavarlo antes
de cualquier servicio.
Nos
complace presentar ahora un resumen de vida de uno de los choferes más
reconocidos de Amatitlán desde hace más de medio siglo. Osberto Palacios,
nació en Amatitlán el 3 de julio de 1939, fue hijo de Marcos García y Gregoria
Palacios. Su padre no se hizo cargo y su madre falleció cuando él era apenas un
niño. Su infancia transcurrió entre carencias y limitaciones económicas,
ayudaba a su abuelita en un comedor del mercado; luego se iba a lustrar zapatos
en el parque, tiempo que aprovechaba para jugar con sus compañeros y amigos, en
la lejana década de 1940. Estudió en la escuela “Rafael Iriarte”, hasta cuarto
grado de primaria. También le gustaba escaparse para ir a bañarse al río Michatoya,
en la “poza del coco".
Cuando
Osberto era joven, algún conocido de buen corazón le enseñó a manejar
automóviles. Fue así como se hizo conductor, piloto automovilista o chofer de
camiones y buses. Desempeñó durante 60 años ese oficio, que fue fuente de
ingresos para él y su familia. También se desempeñó como fletero, con estación o parqueo frente a la recordada
gasolinera Esso (ahora Puma), autopista al Pacífico y 7a calle. Durante sus
últimos años fue taxista en la 4a calle y 2a avenida, esquina de Cooperativa
UPA Norte.
Como
piloto, con base en un trabajo bien hecho, con responsabilidad y eficiencia,
además de ser respetuoso, se supo a ganar la confianza de muchos clientes,
algunos de los cuales lo buscaban para solicitarle viajes especiales a
distintas partes de la capital y del interior del país.
Formó
hogar con la señora Josefina Orellana, fruto del cual nacieron seis hijos, 18
nietos y 10 bisnietos. “Él era muy servicial, muy amable, en casa nunca
descansaba, siempre buscaba algo que hacer. No le gustaba él futbol. Le gustaba
ver películas de Cantinflas, era su preferido. Se divertía contándonos su vida
siempre contaba sus historias. En casa era estricto y disciplinado”, dice
su nieta Lola Hernández al recordarlo.
Sin
ánimo de ofensa ni faltarle el respeto, Osberto Palacios casi no era conocido
por su nombre de pila, es más, no fueron pocas las personas no sabían cómo se llamaba. Popularmente
le decían “garrobo” o “gueshpo”, mote que lo identificó desde sus tiempos de
juventud. Parece ser que el apodo de “garrobo” se lo pusieron sus compañeros
choferes de las camionetas extraurbanas, porque él se mantenía mucho en el sol.
Aunque vale la pena traer a cuenta que tenía un tío, en aldea Las Trojes, a
quien le gustaba subirse a los jocotales y se ponía a descansar sobre sus ramas,
quizá por eso también era conocido como “garrobo”.
Los años no perdonan, conforme pasan van debilitando nuestro organismo. A
causa de una infección de muela, Osberto Palacios dejó de comer y su salud fue deteriorándose.
Falleció el jueves 02 de julio 2020, a las ocho y media de la noche, un día
antes de cumplir 81 años de edad. Recibió cristiana sepultura un día después en
el cementerio general de esta ciudad. Al cumplirse 40 días de su partida,
sirvan estas sencillas líneas como merecido reconocimiento a su vida y trayectoria de
servicio en este mundo, QEPD. (OFG)
Con
información y fotos facilitadas por su nieta Lola Hernández. Gracias.
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