Por: Oscar Fajardo Gil, Cronista de la Ciudad de Amatitlán
Mientras
se documentaba sobre el coronavirus, Alis Morales era requerida por pacientes que
necesitaban sus servicios para que los inyectara y les aplicara sueros.
“En
abril atendí mi primer caso de Covid-19 en Amatitlán. Era un señor de la
tercera edad, muy querido por muchas personas, que se contagió en el IGSS de la
ciudad capital. Tenía complicaciones de próstata. Lamentablemente, a pesar del
tratamiento médico, falleció. Me sentí muy triste, pero fui conociendo más
sobre la enfermedad”.
Asumiendo
con valor los riesgos e incluso los costos, visitaba pacientes a domicilio,
usando equipo de contención que le costaba 85 quetzales, aunque ella cobraba
solo 50 quetzales.
“Un
día, un paciente se me complicó y decidí llevarlo al IGSS de Amatitlán, en
donde estuvimos desde las siete de la mañana hasta las seis de la tarde, solo
para que le dijeran “es Covid positivo, si tiene cómo, váyase al hospital de la
zona 9 porque no tenemos ambulancias”. Él, con mirada agonizante me pidió que
lo llevara. Tenía que hacerlo. Lo lleve, pero el hospital de la zona 9 estaba
peor. Allá pasamos toda la noche, llovía y él tenía neumonía, lo acurruqué en
el carro y le dije: “yo voy a hacerme presente por usted, mientras protéjase”. Ahí
me di cuenta que el sistema de salud había colapsado”.
Decidió
traerlo de vuelta a casa e investigar cómo tratar esa neumonía. Con la
información recabada y la experiencia sobre la marcha le aplicó tratamiento, y
funcionó. Así fue como, con determinación, coraje y fortuna, Alis logró su primer
paciente recuperado.
Cuando
la mayoría de médicos y personal de enfermería se resistía a efectuar visitas
domiciliares, ella siguió haciéndolo, aunque sabía que hacerlo significaba estar
en el filo de una navaja. Otro día, llegó a casa de un paciente que gritaba “¡por
favor, ayúdeme, no puedo respirar!”. Alis sabía que no podía darse el lujo
de tardarse los diez o quince minutos que necesitaba para ponerse su equipo de
protección.
“El paciente agonizaba. Me detuve, hice una breve oración, y dije “su vida vale igual que la mía, me voy a contagiar, pero él se va salvar”. Y así fue como pasé a formar parte del equipo de Covid-19 positivo. Se salvó mi paciente, pero yo me contagié. Me hice el hisopado dos días después y di positivo. Mi familia entró en pánico. Tuve que calmarlos. Los orienté sobre cómo mantener distanciamiento preventivo, mientras yo me administré mi propio tratamiento. Gracias a Dios me recuperé. Y hasta hoy siguen ellos negativos”.
“El paciente agonizaba. Me detuve, hice una breve oración, y dije “su vida vale igual que la mía, me voy a contagiar, pero él se va salvar”. Y así fue como pasé a formar parte del equipo de Covid-19 positivo. Se salvó mi paciente, pero yo me contagié. Me hice el hisopado dos días después y di positivo. Mi familia entró en pánico. Tuve que calmarlos. Los orienté sobre cómo mantener distanciamiento preventivo, mientras yo me administré mi propio tratamiento. Gracias a Dios me recuperé. Y hasta hoy siguen ellos negativos”.
Alis
Morales es una incansable luchadora contra el coronavirus, se levanta desde muy
temprano para acudir a donde es llamada. La enfermedad es cruel y de un momento
para otro puede convertirse en fatal, para los pacientes que son afectados pulmonarmente
y tienen dificultades para respirar. A veces sus jornadas son largas y
extenuantes, algunas han sido de más de 20 horas diarias, a la par de los
pacientes. Hasta la fecha, estima haber atendido más de ochenta pacientes Covid
en Amatitlán.
Cuando
sus servicios son requeridos, incluye evaluación del paciente en su casa,
medición de saturación, niveles de glicemia, examen físico clínico y
diagnóstico. Ella lleva algunos tratamientos, los cuales pueden variar en
cuanto a costo. Es una opción más accesible especialmente a personas de
condición humilde, especialmente si se compara con los precios de los tratamientos
de sanatorios particulares.
“Sigo
recibiendo fuertes descargas vírales, soy un peligro para las personas que no
tienen Covid. Por eso, cuando me llaman, les respondo solo atiendo Covid-19. Porque,
si no lo tiene, yo se lo llevo”.
Está
consiente que, aunque ya se enfermó, puede volver a contagiarse. El enemigo es poderoso e implacable. El
riesgo para su vida es alto y permanente. Las defensas del cuerpo pueden bajar.
El virus y el tratamiento dejan secuelas.
“Si
algo me pasara, ha valido la pena. Estoy convencida que se salvaron, al menos,
20 personas que seguro iban a morir. Cuando ya no se puede hacer mayor cosa por
salvarles la vida, mi propósito es darles calidad de vida, menos sufrimiento”.
Marta
Alicia Morales Oliva nació en San José del Golfo, llegó a vivir a Amatitlán el
9 de diciembre de 1999. Con mucho entusiasmo y muchos esfuerzos adquirió su
casita en Los Espárragos. Se considera una legítima pepitera. Vive con sus tres
hijos, tiene una nieta.
A
Alis Morales tengo algunos años de conocerla, como cronista deportivo, porque
le gusta practicar el atletismo, deporte en el que ha logrado alrededor de 150
medallas y unos 15 trofeos en diferentes distancias. Ha corrido carreras de 5,
10, 21, 30, 42 y 85 kilómetros, además carreras extremas de montaña, incluyendo
un primer lugar conquistado en México en 70 Kms de montaña con tiempo de 9
horas 50 minutos.
Como
si fuera poco. Estudió un curso de mecánica en INTECAP porque compró un
automóvil como chatarra y se preparó para poder hacerse cargo de reparar cualquier
desperfecto. Así que también es mecánica. Reconstruyó el motor de tal manera
que, aunque su carro le costó cinco mil quetzales ahora no lo vende ni por
quince mil. Es algo así como una especie de Alismóvil. Eso sí, lleva tres años de ser taxista. Aunque por ahora no brinda
ese servicio, para evitar contagiar a personas sanas.
Esta
sorprendente y admirable mujer, definitivamente, es una fuera de serie. Vive la vida con
intensidad en todas las facetas posibles: enfermera auxiliar, atleta, mecánica,
madre, abuela, y amiga. Es incansable, encuentra fortaleza en el servicio a los
demás. Sigue el ejemplo de la Madre Teresa con el coraje digno del más intrépido
guerrero, aunque tenga que arriesgarse en extremo. Para muchos enfermos se ha
convertido en la última esperanza de sanidad y por eso no es raro que la
califiquen de “ángel”. Seguramente tiene el respaldo de Nuestro Señor Jesucristo,
por eso se ha convertido en instrumento para Su Misericordia y Su Voluntad.
Gracias Alis, de todo corazón, que DIOS la siga bendiciendo, protegiendo y
librando de todo mal. (OFG)
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