Por: Oscar Fajardo Gil, Cronista de la Ciudad de Amatitlán
“Grabé en la penca de un maguey tu nombre, unido al mío…” 1976 fue el año del terremoto en Guatemala, pero también del estreno de la película “La Ley del Monte”, con la que Vicente Fernández se confirmó en el estrellato artístico, al cual había llegado antes con canciones como Volver, volver y Las llaves de mi alma. Yo tenía doce años de edad, cursé sexto grado de primaria, me inicié en la locución, y me encantó la película, así como sus canciones, especialmente el tema principal y Le pese a quien le pese.
Entre los años 1980 y 1982 estudié la carrera de perito agrónomo en la Escuela Nacional Central de Agricultura, Bárcena, Villa Nueva. Ahí se aferró mi gusto por las canciones de Vicente Fernández, tales como: Cuando yo quería ser grande, El martes me fusilan, El tahúr, La ruleta, Las botas de charro, Señora de tal, y muchas más. Por esa época, yo usaba pantalones de lona, botas vaqueras de cuero y sombrero: Me gustaba cantar De qué manera te olvido, por entonces no tenía motivos para cantarla pero la vida se encargaría cruelmente de dármelos una década después.
El 17 de julio de 1992, en un accidente de tránsito falleció mi primera esposa, Rosanita. Quizá el golpe más duro de mi vida. Algunas semanas después, Vicente Fernández se presentó en concierto en la ya desaparecida Plaza de Toros La Aurora, en la ciudad capital de Guatemala. Yo fui solo, tenía que ir. En las gradas, canté y lloré casi todas las canciones, especialmente Amor eterno: "como quisiera que tu vivieras, que tus ojitos jamás se hubieran cerrado".
El mundo siguió dando vueltas, sin embargo, el tiempo parecía haberse detenido. Muchas fueron las veces que terminé cantando y llorando en Las Camelias o en otros negocios de la playa del lago de Amatitlán. En vano fueron mis intenciones de ahogar la tristeza y curar las heridas de mi corazón. Gracias a mis amigos del mariachi Los Gorriones por su enorme paciencia y tolerancia, de muchos años.
Entre 1992 y 1998, surgieron los éxitos: Qué de Raro Tiene?, Lástima que seas Ajena, Aunque me duela el Alma, Me voy a quitar de En Medio, además de las clásicas canciones Acá entre Nos y Mujeres Divinas, escritas especialmente para Vicente, por el compositor Martín Urieta.Aquel 1998 fue también un año inolvidable para este servidor... "Muchas gracias por dejar / Que yo intimara con usted, muchas gracias / Le recuerdo muy seguido / Pues aún traigo conmigo / La dulzura de su piel"
El sábado 2 de diciembre de 2000, acompañado de mi gran amigo Luis Guillermo Samayoa (QEPD), fuimos al concierto de Vicente Fernández en el estadio nacional Doroteo Guamuch Flores, en cuyo interior nos encontramos con mi hermano Aldo, su esposa Betty y otros amigos. Fue espectacular, el público gozó a lo grande decenas de canciones del Charro de Huentitán, acompañado de un excelente mariachi. En son de broma le decía a Yemo que salía más barato pagar por Chente que por mariachis en "el Trébol". Regresamos afónicos de tanto cantar.
Aquella misma noche decembrina, a pocas cuadras de ahí, se presentó Juan Gabriel en concierto en el estadio del Ejército, y por lo que se supo, no le hizo falta público.
"Que si ando loco figúrate / Que hasta mande construir la cama donde algún día / Le soltaremos la rienda al potro de las locuras / Ya hasta mande construir la cuna por si las dudas" En el 2004, se estrenó el disco Se me hizo tarde la vida, incluyendo temas como La peor de mis locuras, Compañera de mi vida, Se me hizo tarde la vida y Al Mayor de los Fernández.En octubre de aquel año, después de terminar con una preciosa dama con la que me iba a casar en septiembre - Ja! -, me tocó ir otra vez, solo, a un concierto del Rey de la canción ranchera en el estadio nacional.
Por cierto, que había comprado dos boletos Platinum en la parte más cercana al escenario. Pero era por demás, antes pasé a almorzar a un conocido restaurante en la Plaza España, me tomé dos tequilas y vendí los boletos para comprar uno más barato en el palco, desde donde cómodamente vi el espectáculo, con el agregado que no me mojé cuando llovió intensamente… los demás terminaron hechos una sopa, entre ellos varios amigos y familiares que me vieron desde la gramilla. “Por presumir a mis amigos les conté / Que en el amor ninguna pena me aniquila / Que pa’ probarles de tus besos me olvide / Y me bastaron unos tragos de tequila…”
Continuará...
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