Por: Oscar Fajardo Gil, Cronista de la Ciudad de Amatitlán
Más de 347 millones de segundos han transcurrido desde el 1 de enero de 2010 hasta el 31 de diciembre de 2020, o sea 4,018 días correspondientes a la segunda década del siglo 21. Es asombroso como el tiempo pasa y el mundo cambia, ante nuestros propios ojos, a veces hasta parece que no nos damos cuenta y que, por eso mismo, no nos adaptamos de la mejor manera.
En estos diez años la población mundial aumentó en 752 millones de habitantes, de tal manera que alrededor de 7,674 millones de seres humanos habitamos hasta ahora este planeta. En Guatemala pasamos de 14.32 millones a 18.29 millones, según cálculos del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, hasta el 26 de diciembre 2020.
Lamentablemente, en la mayoría de los casos, se ha desmoronado la ilusión que asociaba el progreso económico y el progreso moral. No es sólo el desafortunado encuentro entre las élites políticas y los grandes capitales como Odebrecht, que acabó por reventar el frágil estado de derecho de países latinoamericanos y por intoxicar sus democracias. La década que concluye fue también la que perpetuó el consumo irreflexivo de los recursos no renovables y ratificó la impotencia para impedir la extinción de especies animales.
Fue el tiempo en que el inevitable avance al calentamiento global confirmó la incapacidad de modificar la concepción del hombre como dueño absoluto de la naturaleza. Podría ser la década de la decepción, pero eso no sería nada nuevo.
En todo el mundo, se perdieron 125 millones de hectáreas de superficies boscosas, por diversas causas, con impactantes e irreparables efectos para el ambiente y la biodiversidad. Además de las que ya se extinguieron, en la actualidad hay 5,200 especies en extinción, de las cuales 25% son mamíferos y anfibios, 34% son peces, 20% son reptiles y 11% son aves.
2010-2020 no es otra década marcada por el remordimiento de haber perdido el tiempo, como hace treinta años, cuando cerraba la década perdida. Pero es una década de progresos magros y esporádicos que cierra con la inédita situación del sufrimiento colectivo generado por el Covid-19, una experiencia que, a pesar de la tecnología, ha puesto a muchos frente a sí mismos, ante el vértigo de un futuro incierto, misterioso y temerario. Pareciera que es la década que, si no destruyó la ilusión, sí aniquiló las certidumbres.
La gran pregunta, que solo cada quien podrá responder desde su propia realidad, es: ¿En la década 2010-2020 mejoramos, si o no?
Condensado y adaptado de: La década que se va: 2010-2020. Por: Tomás Bocanegra y Valentín Ortíz / Valentín Ugalde. Otros Diálogos
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