Por: Oscar Fajardo Gil, Cronista de la Ciudad de Amatitlán
Los transportistas, especialmente los de pasajeros y los de carga pesada, han acostumbrado a adornar sus vehículos y celebrar la festividad de San Cristóbal, su patrono, con alegres desfiles y caravanas con el bullicios de sus bocinas recorriendo calles y carreteras, así como algunas otras actividades deportivas, sociales y culturales.
En la tradición oral de Palín se refiere que la fundación de la encomienda local habría ocurrido el 30 de julio de 1535, día de San Cristóbal bajo cuya protección fue puesto el poblado: "Cuenta que cuando vinieron las personas a este pueblo hubo mucha fiesta, venían con tambores, se hubicarón donde hoy es el mercado y sembraron ese día la Ceiba que hoy está frente a la iglesia. A cada persona le dieron sus terrenos, los Cojones en San Lucas, los López en San José, los Pirique en San Pedro y los Rancho en San Antonio".
La imagen de “San Cristobalito” es una réplica del Patrón San Cristóbal que preside el altar Mayor de la Parroquia de Palín (antes conocido como San Cristóbal Amatitlán), Escuintla, cuya obra es del Maestro Manuel Francisco Ruiz Castillo, realizada en Antigua Guatemala por el Comité Religioso de Ladinos. El domingo 26 de junio 2017 se celebró su retorno luego de un proceso de restauración.
San Cristóbal, popularísimo gigantón que antaño podía verse con su barba y su cayado en todas las puertas de las ciudades: era creencia común que bastaba mirar su imagen para que el viajero se viese libre de todo peligro durante aquel día. Hoy que se suele viajar en AUTOMOVIL, los automovilistas piadosos llevan una medalla de san Cristóbal junto al volante.
¿Quién era? Con la historia en la mano poco puede decirse de él, como mucho que quizá un mártir de Asia menor a quien ya se rendía culto en el Siglo V. Su nombre griego, «el portador de Cristo», es enigmático, y se empareja con una de las leyendas más bellas y significativas de toda la tradición cristiana. Nos lo pintan como un hombre muy apuesto de estatura colosal, con gran fuerza física, y tan orgulloso que no se conformaba con servir a amos que no fueran dignos de él.
Cristóbal sirvió primero a un rey, aparente señor de la tierra, a quién Cristóbal vio temblando un día cuando le mencionaron al demonio. Cristóbal entonces decidió ponerse al servicio del diablo, verdadero príncipe de este mundo, y buscó a un brujo que se lo presentará.
Pero en el camino el brujo pasó junto a una Cruz, y temblando la evitó. Cristóbal le pregunto entonces si él le temía a las cruces, contestándole el brujo que no, que le temía a quién había muerto en la Cruz, Jesucristo. Cristóbal le preguntó entonces si el demonio temía también a Cristo, y el brujo le contestó que el diablo tiembla a la sola mención de una Cruz donde murió él tal Jesucristo.
¿Quién podrá ser ese raro personaje tan poderoso aun después de morir? Se lanzó a los caminos en su busca y termina por apostarse junto al vado de un río por donde pasan incontables viajeros a los que él lleva hasta la otra orilla a cambio de unas monedas. Nadie le da razón del hombre muerto en la cruz que aterroriza al Diablo.
Hasta que un día cruza la corriente cargado con un insignificante niño a quien no se molesta en preguntar; ¿qué va a saber aquella frágil criatura? A mitad del río su peso se hace insoportable y sólo a costa de enormes esfuerzos consigue llegar a la orilla: Cristóbal llevaba a hombros más que el universo entero, al mismo Dios que lo creó y redimió. Por fin había encontrado a Aquél a quien buscaba.
¿Quién eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba el mundo entero? Tienes razón, le dijo el Niño. Peso más que el mundo entero, pues soy el creador del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado. Desde ahora te llamarás Cristóforo, Cristóbal, el portador de Cristo. A cualquiera que ayudes a pasar el río, me ayudas a mí.
Cristóbal fue bautizado en Antioquía. Se dirigió sin demora a predicar a Licia y a Samos. Allí fue encarcelado por el rey Dagón, que estaba a las órdenes del emperador Decio. Resistió a los halagos de Dagón para que se retractara. Dagón le envió dos cortesanas, Niceta y Aquilina, para seducirlo. Pero fueron ganadas por Cristóbal y murieron mártires. Después de varios intentos de tortura, ordenó degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación Siria y el mismo Dagón se convirtieron a Cristo.
Sus admiradores, para simbolizar su fortaleza, su amor a Cristo y la excelencia de sus virtudes, le representaron de gran corpulencia, con Jesús sobre los hombros y con un árbol lleno de hojas por báculo.
Con información parcial de EWTN
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