Por: Oscar Fajardo Gil,
Cronista de la Ciudad de
Amatitlán[1]
Alguien dijo por ahí que la historia del
ferrocarril en Guatemala es una historia de despojos, por más tinte romántico
que se le quiera dar. Desgraciadamente es cierto, por la voracidad de políticos
y empresarios sin escrúpulos que se han aprovechado de las circunstancias.
Las líneas férreas empezaron a
construirse en las décadas de 1870 y 1880. Las primeras fueron las que comunicaban
el Puerto San José y Guatemala, y las de Champerico y Retalhuleu. En aquellos
tiempos, el ferrocarril era símbolo de prosperidad. “La construcción de las vías férreas harán la felicidad del país”,
dijo el presidente Barrios en alguna ocasión.
El ingeniero británico Federico Nanne y
el militar salvadoreño Luis Schlesinger, fueron los contratistas designados en
1877 para lo que correspondía a la edificación del nuevo ramal, el que iría de
Escuintla hacia la capital y pasaría por Amatitlán.
En 1881, la Cía. Nanne y asociados,
inició la construcción de un relleno para el paso de la línea del ferrocarril,
en la garganta más estrecha del lago de Amatitlán, a la altura de la aldea El Cerrito.
En 1882, llegó a la ciudad de Amatitlán
el primer ferrocarril procedente de la ciudad de Escuintla. La llegada del tren procedente del Sur a la estación de Amatitlán se efectuaba en un ambiente festivo y peculiar. Las "estacioneras" eran jóvenes y preciosas mujeres que vestían atuendo de "mengalas", mientras ofrecían variedad de bocadillos: tamalitos de cambray, dobladitas de queso, tostadas con frijoles, café con leche, y los tradicionales dulces de mazapán, pepitoria, colación, y otros. Los domingos, se escuchaban las alegres notas de la banda de música. Los pasajeros descendían y hacían uso de carruajes para trasladarse a la iglesia parroquial en visita devocional al Niño Dios o en plan de recreo al puente de La Gloria, alguna de las pozas en el río Michatoya o la playa del lago de Amatitlán.
Noventa años después de la disposición
de trasladar al Niño de Belén, desde Pampichí a la ciudad de Amatitlán (1783), se
hallaban en su apogeo los difíciles trabajos de la construcción del relleno,
que divide la laguna y permite el paso del ferrocarril, en la garganta más
angosta del lago. La construcción del ferrocarril era el acontecimiento más
grande que había ocurrido en la historia de todos estos contornos. Y se
difundió la creencia de que el Niño no permitía la construcción del relleno. La
romería tomó mayor cuerpo en aquellos años, y así se explica el dato recogido
por Augusto Reynosa, que literalmente dice: En 1883, precisamente el día 3 de mayo,
se trasladó la imagen del Niño Dios de Belén, en solemne ceremonia religiosa,
de la capilla de los dominicos (en el convento de Amatitlán) a la iglesia
parroquial.[2]
La leyenda refiere que las dificultades
que retrasaron la construcción de aquel relleno cesaron cuando los
constructores llegaron a un acuerdo y cumplieron con las demandas del Niño
Dios.
El paso por el relleno y, por lo tanto,
la entrada de la primera locomotora a la Ciudad de Guatemala, se registró el 19
de julio de 1884, con el natural festejo de la población y el Gobierno. Llegó a
la Estación Central, donde en la actualidad está el Museo del Ferrocarril, en
la 9a. avenida y 18 calle de la zona 1.
Una frase del ingeniero William Penney,
escrita en 1894, resume las condiciones adversas que pasaron cientos de hombres
para construir los rieles del tren. “La
historia del total de 60 millas es una historia de enfermedad, miseria y
muerte, siendo las principales causas de mortalidad la fiebre, la diarrea y el
licor”.
En 1968, la Internacional Rail Centroamérica IRCA ofreció
el ferrocarril al Estado de Guatemala para cancelar una deuda. Así nació Ferrocarriles
de Guatemala (Fegua), en cuya gestión dejaron de funcionar los trenes, en la
década de 1990. Tras dos años sin prestar servicio, Ferrovías, única empresa
que se presentó a la licitación pública, resucitó el servicio de carga.
Para octubre de 1997, durante el
gobierno de Álvaro Arzú, se decide privatizar a Ferrocarriles de Guatemala
(FEGUA). El Congreso de la República aprobó el usufructo y cede todos los
bienes de FEGUA a la empresa de ferrocarriles de Estados Unidos, RDC, por lo
que FEGUA pasó a formar parte de Ferrovías de Guatemala.
En el 2006, según las autoridades de
turno, el acuerdo anterior es perjudicial para los intereses del Estado, razón
por la que decide asumir el control de los activos guatemaltecos de la RDC.
Los servicios del ferrocarril fueron
suspendidos durante unos tres años. En 2015 todo vuelve a cambiar y se reactiva
el tramo que iba de México a Guatemala. Esto se logra por iniciativa del presidente
Alejandro Maldonado Aguirre.
Fuentes: Fajardo Gil, Oscar. Tierra de
Amatles (2010); Prensa Libre; Publinews. / Fotos: Internet, con fines de ilustración.
[1]
Acuerdo Municipal 33-21-08-2014
[2]
Chinchilla Aguilar, Ernesto. Historia y tradiciones de la ciudad de Amatitlán
(1961)
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