A la edad
de 83 años 9 meses 15 días fue llamado a la presencia del supremo Creador un
personaje amatitlaneco que hizo de los peines, navajas y tijeras, más que
herramientas de trabajo, verdaderos instrumentos de convivencia humana.
Carlos
Lezana Hernández nació el 04 noviembre 1933, fue hijo de Braulio Lezana y Adelaida
Hernández, hermano de Rosa, Licha, Queta, Medardo, Tomás y Chepe Lezana
Hernández. Resulta que, aunque siempre nos tratamos como amigos, éramos
parientes. Su papá y mi bisabuela fueron hermanos de padre. O sea que fue algo
así como mi tío abuelo. Tu tío!!! –
diría Chinés.
Cuando era
patojo estaban de moda las historietas (comics o chistes) y antiguas películas
de Superman. Sus rasgos físicos le daban
cierto parecido con Clark Kent y aquel súper héroe de la capa roja, y por eso a
Carlos Lezana se le conoció desde entonces precisamente como “Superman” o
simple y llanamente “Súper”.
A los 15
años de edad (allá por 1948) aprendió el oficio de peluquero, siendo su primer
maestro Pedro Hernández García, popularmente conocido como “Chapacá”. “Ya después también hice mis últimas
prácticas en la barbería de don Beto Gómez, que estaba en la esquina de la 3ª
avenida y 5ª calle del barrio La Cruz, en la Casa de Altos”, me contó.
Carlos
Lezana estableció su propia peluquería, La Juventud, en 1950 en un pequeño
local en la esquina de la 6ª avenida y 4ª calle del barrio San Juan, en la casa
que ocupaba la panadería La Reina propiedad de su familia.
Algunos
años después trasladó su peluquería a un local alquilado en la 7ª calle entre
2ª y 3ª avenidas del barrio San Antonio, frente al Parque Central de Amatitlán,
a pocos pasos del recordado cine Florencia. Ahí estrenó dos modernos sillones
Takara importados de Japón, una auténtica innovación en nuestro municipio.
“Rodolfo “Ratón” Roldán trabajaba en la peluquería Maya
Excélsior en la ciudad capital. Fue él quien me motivó a encargar los sillones
en almacén Hilatex de la 18 calle de la capital. Me costaron 150 dólares, en
aquellos tiempos en los que el quetzal valía más que el dólar; para entonces se
cobraba diez centavos por corte de pelo.”, recordaba Carlos Lezana.
La
inundación de septiembre de 1969 afectó severamente todos los negocios del
sector. “…ahí quedaron todos mis equipos,
bajo agua y lodo. Por eso tuve que trasladar la peluquería a un local en la esquina
de la 7ª avenida y 6ª calle del barrio San Juan, donde años después se
estableció farmacia Nueva, frente a tienda de ropa Marcelita y a pocos pasos
donde hasta la fecha se encuentra tienda La Reina, propiedad de mi familia”,
hizo memoria Carlos Lezana.
Por
entonces empezó a construir en un terreno de su propiedad en la 6ª calle entre
5ª y 6ª avenidas del barrio El Rosario, para donde se trasladó allá por
1970-72. “Cuando fue el terremoto de febrero de 1976, ya tenía instalada la
peluquería La Juventud en donde ahora se encuentra y donde ha permanecido por
cuatro décadas”, me comentó Carlos Lezana Hernández, agregando que su
próximo cambio de dirección ya solo podía ser al final de la 7ª calle poniente,
en referencia a la dirección del Cementerio.
Barbería
La Juventud rebasó los 60 años desde que fue fundada. Ahí estaba Carlos Lezana
Hernández “Super”, quien cumplió más de
80 años de edad desempeñando su oficio, con la prensa del día, las noticias de radio
Sonora, el chiflido a manera de saludo y las tijeras bien afiladas. Bueno,
siempre y cuando no fuera lunes porque ese día descansaba y aprovechaba para ir
a echar un su colazo o hacer sus mandados.
Él fue uno
de los homenajeados el 24 de junio de 2013, en el salón El Parquecito, durante
la presentación de mi libro “Navajas, Peines y Tijeras”, tributo
a los peluqueros y barberos de Amatitlán.
Fue
peluquero y barbero hasta que pudo o mejor dicho hasta que no pudo. Su vista y
sus manos cobraron tributo de cansancio y dejaron de tener la destreza que
requería. Un día de 2016, tuvo que tomar la postergada decisión de cerrar para
siempre las puertas de su barbería.
Lo vi y
conversé brevemente con él en abril de este año, 2017, cuando fuimos, con José
María Zamora García y Marco Augusto Gutiérrez, a visitar a su familia para
entrevistar a su hermano Medardo, quien fue homenajeado por la Municipalidad
durante la Feria de la Cruz como obrero de antaño. La salud de Carlos se había
deteriorado considerablemente para entonces.
Anoche
emprendió su camino de vuelta al Reino de los Cielos, con Papá Dios. Esta noche
recibe el último adiós de sus amigos, vecinos y clientela, mientras su cuerpo
es velado en Funerales Aguibel. Mañana lunes 21, por la mañana, será oficiada
Misa de Cuerpo Presente en la capellanía de El Calvario, en el Barrio Hospital,
desde donde será llevado al Cementerio General para recibir cristiana
sepultura.
Hasta
siempre mi amigo Carlos Lezana Hernández, gracias por tu aporte de identidad a
nuestro pueblo. Descansa en Paz y disfruta de la merecida recompensa y la
promesa de Dios, Nuestro Señor. Así sea.