Por: Oscar Fajardo Gil, Cronista de la Ciudad de Amatitlán
En el evangelio de San Juan 13, se lee: "Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó.
Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no solo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos".
El Pbro. José Ignacio Barillas Lemus, vicario de la parroquia San Juan Bautista de Amatitlán, ofició la misa de Jueves Santo con la cual se da inicio al Triduo Pascual, conmemorando la institución de la Eucaristía en la Última Cena, cumpliendo con las palabras mismas de Jesucristo: "Hagan esto en conmemoración mía".
Un punto relevante durante esta celebración eucarística lo constituye el lavatorio de pies, con el que se reconoce a todos aquellos que dedican su vida a servir de manera humilde y extraordinaria a los demás cumpliendo el último mandamiento de Cristo.
El Triduo Pascual culminará con la vigilia que se conmemora, en la noche del Sábado Santo al Domingo de Pascua la Resurrección de Jesucristo.
Antes de concluir la misa, el Padre Ignacio Barillas dedicó palabras de solidaridad para el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, quien fue sentenciado por el gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua a 26 años de prisión tras negarse a ser deportado a Estados Unidos. "No lo conozco personalmente, pero lo amo en el amor de Nuestro Señor Jesucristo", dijo el vicario de Amatitlán.
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