Vino al mundo hace 83 años, el 09 de agosto de 1933, en Las Canoas, Col. Lavarreda, zona 17 en la ciudad capital; sus padres fueron Cosme Ceballos y María Sique de Ceballos, fue bautizado con el nombre de Justo Augusto Ceballos Sique. Estudió la primaria en el colegio Jesús de Candelaria, a la par de la parroquia del mismo nombre en donde se desempeñó como sacristán en tiempos de Monseñor Solórzano Búcaro.
En su juventud tuvo la oportunidad de estudiar solfeo en el antiguo Conservatorio Nacional. "Mi papá tocaba el acordeón y por ahí me interesé por la música. En el conservatorio solo se pagaba la inscripción, en Candelaria me dieron permiso para ir a clases de solfeo de tres a cuatro de la tarde. Estudié ahí por espacio de dos años. Por las noches también acudía a las clases que impartía el maestro Manuel Guerra en su casa, él era músico reconocido y devoto de la Virgen de Santo Domingo, tenía un piano que me enseñó a tocar, y al final de cada clase cantábamos la "Salve". Recuerdo que le pagaba cuatro quetzales al mes por aquellas clases".
Cuando el padre José Luis Arango fue nombrado párroco en Amatitlán, noviembre 1952, se encontró con que no había sacristán. Como era amigo de Monseñor Solórzano Búcaro le pidió que le diera permiso al joven Ceballos para trasladarse y desempeñar esa labor durante un par de meses. Pero el destino tenía otros planes. A Augusto le gustaron la parroquia, la feligresía y el pueblo amatitlanecos, además ganaba un quetzal más que en la capital, le daban la comida y donde dormir.
En febrero de 1956 en la festividad de la Virgen de Lourdes, contrajo matrimonio con su novia capitalina María Concepción Muralles, en la iglesia de Candelaria, aunque para eso tuvo que renunciar de la sacristía. Con esposa pero sin empleo regresó a Amatitlán, para alquilar un cuarto en casa de doña Adelita Batres. Fue la Madre Superiora de las Hermanas de la Caridad de la Capellanía del Calvario quien lo recomendó con don Jorge Valdéz para trabajar como guardíán y ayudante general en los talleres y bodegas del Ministerio de Salud Pública, en la 11ª avenida y 5ª calle del barrio Hospital.
En el recién inaugurado Centro de Salud la limpieza estaba a cargo de Emilio Orellana pero él pidió su traslado, entonces don Jorge Valdéz recomendó a Ceballos con el Dr. Emilio Novales para que entrara a trabajar como conserje. Cuando Eduardo Alcántara aplicó para la plaza de conserje, Ceballos fue trasladado como auxiliar en el laboratorio a cargo de Enma Flores. El Dr. Contreras, químico biólogo, le fue enseñando tareas básicas, entre ellas lavado y esterilización de equipo y materiales. Otro químico biólogo, el Dr. Mendizabal le enseñó a tomar muestras de sangre. Al llegar la Sra. Estela Chapetón como Jefa de Laboratorio, amplió sus conocimientos y llegó a evaluar las muestras de sangre, orina, heces y otras, a través del microscopio. Ceballos trabajó durante 32 años en el Centro de Salud, hasta que se jubiló.
Paralelamente, don Augusto siguió cultivando su vocación por la música. Recuerda que el músico oficial de la parroquia de Amatitlán era don Salvador Sánchez, abuelo de la Profa. Concepción Gómez de Pineda. Respetando la avanzada edad de don Salva, Ceballos dispuso no interferir en aquella piadosa misión. Fue hasta que Sánchez falleció cuando don Augusto fue llamado y tomado en cuenta como organista parroquial.
"Al ser trasladado el padre Arango, vino el padre Julio Aguilar, quien se hizo famoso porque después fue nombrado Obispo de Escuintla y ya siendo monseñor resultó casándose. El caso es que el padre Aguilar me llamó para hacerme cargo de la música en todas las misas, tocaba y cantaba. Los domingos eran hasta cuatro misas. Además de atender entre semana las misas de difuntos y celebraciones especiales".
Durante más de cuatro décadas, entre los años 1961 y 2002, don Augusto Ceballos fue el músico titular de la parroquia, salvo contadas excepciones. Su repertorio es clásico, con temas de Bethoven. Schubert, Chopin, Hendel, además de otros compositores. Recuerda que los cantos o alabanzas antes se interpretaban en latín. Su talento musical fue escuchado en la parroquia San Juan Bautista y en la capellanía El Calvario, así como en la mayoría de aldeas de Amatitlán. Así como en múltiples parroquias de la capital: Nuestra Señora del Cármen (durante más de 18 años), Santuario de Guadalupe, Candelaria, Las Victgorias, Parroquia Vieja, Fátima, San Agustín, Cerrito del Cármen, por mencionar algunas, además de Escuintla, Puerto de San José y Cobán.
El paso inexorable de los años, así como el surgimiento de coros y agrupaciones musicales en la iglesia, fue reduciendo la participación de don Augusto Ceballos. Desde luego, no ha dejado de tocar el viejo armonio que compró por cuarenta quetzales hace mas de medio siglo ni un teclado un poco más reciente.
"La música de iglesia debe ser solemne y tocada con sentimiento. Es para el espíritu, es para el alma. Por eso no debe incluir batería o percusiones estridentes. Debe acompañar a quienes llegan para orar, el Rosario por ejemplo, y de esa forma se comunican con Dios Padre, Jesús, la Virgen María y los Santos", opina don Augusto Ceballos, a quien agradecemos sinceramente habernos recibido en su hogar y compartir gratos momentos en esta entrevista. Dios lo bendiga.
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